Entrevistem Fernando González, vicepresident de l’Associació de Veïns i Veïnes del Carmel i membre de la Comissió Organitzadora de la Festa Major del barri. Ens rep un matí a la seu de l'Associació i xerrem sobre la festa, el barri i altres aspectes de la seva interessantíssima vida. Aquesta última part, però, la deixem per una altra ocasió. Avui ens centrem en la valoració de la darrera Festa Major.
Fernando, ¿cómo valoras la Fiesta Mayor de este año?
La valoración ha sido en general positiva, a pesar de pequeños percances como la lluvia que cayó el sábado. Creo que se han cumplido todos los objetivos. Como cada año, no hubo ningún tipo de conflicto. Estos tres años que ha actuado el grupo boliviano se ha creado un poco de debate, porque alguna gente, sobre todo mayor, no lo acaba de aceptar y quiere escuchar música de aquí, pero es poca gente. La valoración es muy positiva.
¿Ha cambiado mucho la fiesta comparándola con otros años?
Sí, está cambiando paulatinamente. Las fiestas han ido cambiando porque ha cambiado la sociedad: de edad, de interpretación de la música, etc. Además, también han cambiado las infraestructuras. Antes un día se celebrará en lo alto del Carmelo y los chiringuitos no se hacían como se hacen ahora; otro día se tenía que hacer abajo, que estaba todo lleno de tierra. Todo muy rústico y con mucho trabajo. Ahora hay una concentración de todas las atracciones, y cada día van apareciendo más cosas, como la cena y el fútbol sala de Carmel Amunt, las actividades del Centro Cívico y de otras entidades que se han ido integrando a las fiestas. Ya el espacio es el mismo y lo que va cambiando es el tipo de juventud que viene. Antes había habido alguna que otra trifulca, por ejemplo en la calle Feijoo, y los propios vecinos dijeron que ya no se hacía más fiesta. Puede haber alguna crítica porque se concentra todo en un lugar, pero geográficamente el barrio es el que es y hay que poner los chiringuitos juntos en un lugar plano. Eso favorece un recorrido de paseos que enlaza los dos ejes vertebrales, con la calle Llobregós y la calle Dante. Todavía hay una parte culturalmente tradicional que va cambiando, lentamente, asumiendo la integración. Hay una generación de jóvenes que amortigua los prejuicios que puedan tener algunas personas mayores y poco a poco afortunadamente entre todos se va aceptando.
¿Cuándo se empezó a involucrar usted en la organización de la fiesta?
Yo me metí en la fiesta en 1999. Me metí a gestionarla porque había un problema de dimisiones, de desconcierto, porque no se ponían de acuerdo, porque se apuntaban muchos y trabajaban pocos, lo que suele pasar en muchos lugares. Además mucha gente trabajaba pero no vivía en el barrio. Para solucionar estos problemas se creó una Comisión de Fiestas en la que representantes de las entidades dedicaran un tiempo y tomaran parte de las decisiones. Y si una entidad quiere organizar una actividad propia, que la haga como entidad colaboradora de la fiesta mayor. Pero siempre tiene que haber una persona que tome decisiones en el momento en que ocurren las cosas, como ha sido mi caso en estas fiestas mayores el sábado con la lluvia. En el futuro, posiblemente habrá modificaciones cuando más gente joven incorpore los cambios culturales. Desde 1999 se han introducido cosas que no se habían hecho tradicionalmente: el homenaje a las personas mayores, el grupo de danza infantil y juvenil de las escuelas o la rumba Alborada, que lo potenciamos desde aquí. Lo que hemos intentado, pero no ha acabado de cuajar, porque además resulta caro, son las sardanas. Traer una cobla es una asignatura pendiente. También trajimos un par de años els Castellers de El Clot, pero tampoco cuajó. Creo que las futuras generaciones deberán ir integrando esa parte de la cultura catalana, así como las africana y árabe. Hay que cuidar esa integración cultural para que no se sufra ninguna fractura en el barrio. La gente tiene que hacer lo posible por entenderse. Por eso estoy satisfecho, porque la fiesta está evolucionando en ese sentido.
¿Cuándo se celebraron las primeras fiestas mayores en el barrio?
Las primeras fiestas se celebraron a principios de la transición, en el año 1980. Había una comisión de fiestas muy grande, pero eran los años en que íbamos de arriba abajo, sin tener espacio. Antes había habido intentos, pero muy esporádicos. Ahora ya llevamos muchos años con la fiesta consolidada y esperamos que las nuevas generaciones se vayan incorporando. Por eso las personas jóvenes son las que entregan los premios y homenajean a las mayores.
¿De ese primer año hasta aquí ha cambiado mucho la participación de la gente?
En los 80’s participábamos con otro sentido, un sentido transformador de las cosas. Veníamos de una dictadura muy reciente. La mayoría de las personas que nos movíamos por aquí teníamos concepciones políticas, los chiringuitos no eran como ahora, recogíamos dinero para la organización. Eso ha ido cambiando. Desgraciadamente, el concepto ideológico ha desaparecido, aunque en la vida, la utopía para cambiar la sociedad nunca se debe perder. El barrio participa masivamente, cada año se vuelca y se hace notar cuando alguna cosa no le gusta. Por ejemplo, los diablos y trabucaires los quitamos porque las familias, en vez de salir a disfrutarlo, cerraban las ventanas de los balcones y se metían para adentro de la casa, sobre todo en calles estrechas.
Este año le tocó dar los premios de la fiesta canina, ¿verdad?
Sí, me pidieron que los entregara. Me gustan los animales, aunque creo que un perro que está amarrado, por muy bueno que sea, no está libre. Yo en casa tengo dos palomitos y les dejo siempre la puerta abierta. Comen, se van y vuelven cuando quieren, sin molestar a nadie.
Textos i fotos: Toni Femenia i Jordi de Miguel
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